Fue el ingeniero Sergio Beltrán López, el encargado de encontrar la computadora que se adquiriría para la UNAM y México. El ingeniero Beltrán no debió haber tenido ninguna referencia para lo que vería entonces, cuando en un 1955, la industria informática tenía poco de haber comenzado, y ningún indicio de hacerlo pronto en México y América Latina.
Los registros de la UNAM indican que investigadores de la universidad estaban en ese entonces trabajando con problemas aplicados a la mecánica de suelos en Ciudad de México, aunque no se específica para qué era el proyecto. El tema es que la investigación necesitaba de cálculos permanentes de los que se encargaban investigadores de la universidad, pero continuarlos de la manera en que se hacía era sumamente costoso.
En ese entonces los investigadores mexicanos tuvieron que resolver sistemas de ecuaciones que les tomaron nueve meses completarlos. Con ese parámetro, sin duda debió haber parecido inexplicable que la universidad estadounidense los hiciera en solo tres semanas.
Beltrán acudió al campus principal de la Universidad de California en los Ángeles para constatarlo con sus propios ojos, y aprender a detalle cómo es que funcionaban esos dispositivos llamados computadoras, y en específico, las fabricadas por IBM. Beltrán quedó maravillado: relacionó de inmediato su uso con el proyecto de mecánica de suelos en el que trabajaba la UNAM y reconoció que con la ayuda de su propia computadora la UNAM podría acelerar la investigación.
Beltrán habló con el entonces rector de la UNAM, Nabor Carrillo Flores, para que la UNAM tuviera su propia computadora. Hubo voces que no estuvieron de acuerdo pues lo consideraron como un lujo que poca utilidad tendría respecto al gasto que habría que hacerse. Al final, se le dió un presupuesto asignado para comprar una computadora.
Aunque la IBM 704 fue la primera seleccionada (una computadora presentada en 1954 pensada para cálculo científico y que era capaz de ejecutar más de 40,000 instrucciones por segundo), y aunque se consiguió un descuento especial del 60% directamente con IBM, su precio seguía estando por encima del presupuesto.
La UNAM tuvo que voltear a ver a la IBM 650, una computadora que utilizaba todavía cintas para la entrada y salida de datos. Las cintas compatibles con las computadoras de la serie 700 de IBM tenían una capacidad de almacenamiento promedio de 23,000 registros, cada uno con 100 caracteres. El equipo tenía 1KB de memoria, pesaba 900 kilogramos y fue un parteaguas precisamente por su sistema de tambor magnético de almacenamiento, uno de 12,500 revoluciones por minuto.
Esta computadora comenzó a usarse tanto para usos internos de la UNAM como para otras instituciones. Ahí, Pemex hizo el proyecto de programa lineal para mezcla de gasolineras y Nacional Financiera hizo un modelo matemático de la optimización de una planta siderúrgica. Un año después se creó otro centro de cómputo en la parte de baja de Rectoría de la UNAM, ya en el mismo año en que McIntosh y Lee Minsky acudieron a la UNAM para la conferencia anual de Las computadoras y sus aplicaciones.
El ingeniero Beltrán fue encargado por la Unesco para dirigir el proyecto de instalación del sistema electrónico de computación en la Universidad de Concepción en Chile, y luego fue vicepresidente del Programa Intergubernamental de Informática de la Unesco.